jueves, 8 de enero de 2009

El Sionismo contra la Alemania Nacionalsocialista



Reproducción de la primera página del Daily Express de Londres, aparecido en la madrugada del viernes24 de marzo de 1933. De arriba hacia abajo se puede ver imagenes y leer los siguientes titulares: “Mundo Judío declara la Guerra a Alemania”; Adolf Hitler sometido a lo que parece ser un Sanedrín compuesto por los ancianos de Israel; “Judíos de todo el mundo unidos”; “Boicot de bienes alemanes” y “Demostración de masas”.


Como ustedes saben según la "historia oficial" la Segunda Guerra Mundial fue declarada por los alemanes sometidos entonces por un régimen que parecía ser la vera imagen de Satanás. Sin embargo hay algunas cosas que parece sucedieron un poco antes, las cuales hemos recopilado y son las que siguen.

- El señor Bernardo Lacache, Presidente de la Liga Mundial Judía, dijo en 1932 desde París: “Alemania es nuestro enemigo de estado número uno. Es nuestro deber declararle una guerra sin perdón.”

- En la elección del domingo 5 de marzo de 1933 el NSDAP obtuvo la victoria, alcanzando la mayoría absoluta en el Parlamento Alemán. Diecinueve días después, el viernes 24 de marzo, el Sionismo Internacional declaró, unilateralmente, la guerra a Alemania, de acuerdo a la primera página del Daily Espress que he reproducido en el frontispicio. Esto no fue una mera proclamación, un amague o una bravuconada hebrea. Fue una guerra económica muy dura, por cuanto ella produjo el cierre en cascada de mercados para los productos manufacturados de origen germano, comenzando por su principal cliente: los EE. UU y sus colonias (los países Hispanoamericanos). Desde esta fecha y hasta la desaparición de III Reich, Alemania hizo sus transacciones comerciales por el engorroso sistema de triangulaciones. Pero en 1941, Alemania ya no tenía divisas, lo que influyó decisivamente en la marcha del conflicto. Noten ustedes que esta declaración de guerra sionista se produjo 6 años, 5 meses y 8 días antes de la iniciación del conflicto propiamente dicho.

- Como representante de la Federación Económica Mundial Judía, el señor Samuel Untermeyer transmitió un discurso por Radio WABC de Londres el 6 de agosto de 1933, donde hace una convocatoria para una “guerra santa” contra Alemania.

- El fundador del grupo terrorista sionista Irgun Zeai Leaumi, señor Wladimir Jabotinsky, anunció en enero de 1934: “Nuestros intereses judaicos exigen el definitivo exterminio de Alemania; y del pueblo alemán también, por eso está fuera de toda cogitación dejar que Alemania se fortalezca.”

- Nuevamente el señor Bernardo Lacache, en su diario Le droit de vivre dijo el 18 de diciembre de 1938: “Es nuestra misión, lograr alcanzar finalmente una guerra sin contemplación.”

- El doctor Chaim Weizmann, Presidente de la Organización Mundial Sionista, envió el 29 de agosto de 1939 y nuevamente el 5 de septiembre de 1939, es decir, antes de iniciarse la guerra, el siguiente mensaje al Premier Ministro de Inglaterra, Neville Chamberlain que decía: “Yo deseo renovar la confirmación de que nosotros los judíos, estamos al lado de Inglaterra y lucharemos por la democracia.”

- Durante la celebración del XXV Congreso Sionista de Ginebra entre los días 16 al 25 de agosto de 1939, el doctor Chaim Weizmann (uno de los sionistas más activos del mundo), exhortó a todos los judíos del mundo, independientemente del lugar donde se encontrasen, a participar de la lucha contra Alemania. Esto aconteció una semana antes de ser iniciada la invasión a Polonia y la consecuente declaración de guerra.

- El periódico de los judíos holandeses Centraalblad voor Israeliten in Nederland, decía en su edición del 13 de septiembre de 1939: “¡Millones de judíos de América, de Inglaterra, Francia, Africa, Palestina, están determinados a llevar la guerra de exterminio contra Alemania, hasta su total destrucción!”

- El dirigente de la Sección Británica del Congreso Mundial Judío, señor Maurice Perlzweig, aclaró en voz alta durante su discurso dado en Canadá, según la versión difundida por el Toronto Evening Telegram el 26 de febrero de 1940: “El Congreso Mundial Judío se encuentra en guerra ininterrumpida contra Alemania desde hace siete años.” En esta declaración no hace otra cosa que confirmar las noticias aparecidas en el Daily Express de Londres y que reproduzimos más arriba.

- El diario hebreo Jewish Chronicle de Londres dice en su tirada del 5 de mayo de 1940: “Nosotros estamos en guerra contra Hitler desde el primer día en que él subió al poder en 1933.” Los judíos estaban en guerra contra Hitler, no contra Alemania, a la cual y por las dudas, le redujeron a cascotes el 75% de sus ciudades.

- La señora Profesora judía Nana Sagi, confirma en su investigación oficial, obrante en la página 27, de su libro Indemnización para Israel, que la resolución de los organismo judíos internacionales, entregada a los aliados el 27 de octubre de 1944, tiene los siguientes términos: “Pedidos judíos para indemnizaciones: deben ser reconocidos sobre base real de que los judíos estábamos en guerra contra Alemania desde el año 1933.”

- En la página 121 de las Memorias que James V. Forrestal escribiera después de la guerra cuando era Secretario de Defensa de los EE. UU., cuenta que el señor Joseph Kennedy, embajador norteamericano en 1939 ante el Reino Unido de la Gran Bretaña, y padre de Jhon (luego Presidente en la década de los ’60 y enseguida asesinado), Joe (muerto en acción), Robert (asesinado cuando era Secretario de Justicia y favorito para ocupar la presidencia) y Edward (senador que aún vive), le informó que, en 1939, el Primer Ministro Neville Chamberlain (anterior a Churchill, quien tenía una abuela materna judía), le dijo que: “Los judíos americanos y del mundo lo forzaron a entrar en guerra contra Alemania.” En concreto Forrestal anotó en su diario, con fecha 27 de Diciembre de 1945 lo siguiente: «Hoy he jugado al golf con Joe Kennedy. Le he preguntado sobre la conversación sostenida con Roosevelt y Chamberlain en 1938. Me ha respondido que la posición de Chamberlain era entonces de que Inglaterra no tenía ningún motivo para luchar y que no debía arriesgarse a entrar en guerra con Hitler. Opinión de Kennedy: Hitler habría combatido contra la URSS sin ningún conflicto posterior con Inglaterra, de no haber mediado la instigación Bullit sobre Roosevelt, en el verano de 1939, para que hiciese frente a los alemanes en Polonia, pues ni los franceses ni los ingleses hubiesen considerado a Polonia como causa suficiente de una guerra de no haber sido por la constante y fortísima presión de Washington en ese sentido. Bullit dijo que debía informar a Roosevelt de que los alemanes no lucharían. Kennedy replicó que lo harían y que invadirían Europa. Chamberlain declaro que América y el mundo judio habían forzado a Inglaterra a entrar en la guerra».

- La campaña exterior de los judíos contra Alemania empezó ya antes de la subida de Hitler al poder. No se puede soslayar el hecho de que el Sionismo,-- movimiento político internacional que se irroga la representación de los judios, con abstracción de sus patrias de nacimiento-- había declarado la guerra politico-- económica a Alemania con anterioridad a la victoria electoral hitieriana. Ya en 1932 el diario “New York Times”, propiedad de judíos y editado por judíos, publicaba anuncios a toda página: "BOICOTEEMOS A LA ALEMANIA ANTISEMITA!”.

El bien conocido sionista Samuel Fried escribió, también en 1932: “La gente no debe temer la restauración del poderío militar alemán. Nosotros, judios, aplastaremos todo intento que se haga en este sentido y, si persiste el peligro, destruiremos esa odiada nación y la desmembraremos”.

En Enero de 1934, Jabotinsky, el fundador del titulado “Sionismo Revisionista”, escribió en la revista “Nacha Recht”: La lucha contra Alemania ha sido llevada a cabo desde hace varios meses por cada comunidad, conferencia y organización comercial judía en todo el mundo. Vamos a desencadenar una guerra espiritual y material en todo el mundo contra Alemania”.


- El 12 de Febrero de 1933, otro judio, Henry Morgenthau, Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, declaró que «América acaba de entrar en la primera fase de la Segunda Guerra Mundial». Observemos que sólo habían transcurrido doce dias desde la victoria electoral del NSDAP y que aún no se habían tomado medidas contra los judíos alemanes. Observemos, también, que Morgenthau involucra a «América» por algo que va a sucederles a correligionarios suyos, de nacionalidad alemana. Cinco días después, el Rabino Stephen Wise, miembro prominente del «Brain Trust», camarilla de consejeros del Presidente Roosevelt anunció, por la radio la «guerra judía contra Alemania». Por su parte, el editor del «New Morning Freiheit», un periódico comunista escrito en yiddisch, dirigió un llamamiento a los judíos del mundo entero para unirles en la lucha contra el Nazismo. Estas manifestaciones causaron en Alemania un efecto que es de suponer, especialmente la alusión de Morgenthau a una «Segunda Guerra Mundial», en 1933. Mientras tanto, en Alemania se empiezan a aplicar medidas discriminatorias contra los judíos. En realidad, esas medidas sólo pueden ser calificadas de "discriminatorias" si se considera a los judíos alemanes como ciudadanos del Reich; no pueden, aún, ser calificadas como tales si se les considera como extranjeros. En ningún país del mundo pueden los extranjeros ocupar cargos públicos; determinadas profesiones les están vetadas y otras limitadas por un «numerus clausus». Según la Gran Prensa norteamericana la limitación de los derechos civiles a los judíos alemanes era un atentado contra los derechos humanos; esa misma Prensa no demostraba igual sensibilidad con respecto a la limitación de los derechos civiles de los autóctonos irlandeses... en Irlanda, impuesta por los ingleses. Y tengamos en cuenta que la población de origen irlandés es, numéricamente, muy superior a la de origen judío, en los Estados Unidos.



- El 3 de Junio de 1938, el muy influyente «The American Hebrew», portavoz del judaísmo norteamericano escribía, en un editorial que causó sensación y fue reproducido en el mundo entero:
«Las fuerzas de la reacción contra Hitler están siendo movilizadas. Una alianza entre Inglaterra, Francia y Rusia derrotará, más pronto o más tarde, a Hitler. Ya sea por accidente, ya por designio, un judío ha llegado a la posición de la máxima influencia en cada uno de esos países... Leon Blum es un prominente judío con el que hay que contar. El puede ser el Moisés que conduzca a nuestro lado a la nación francesa. ¿Y Litvinoff?. El gran judío que se sienta al lado de Stalin, inteligente, culto, capaz, promotór del pacto francoruso, gran amigo del Presidente Roosevelt; él (Litvinoff) ha logrado lo que parecía increíble en los anales de la
diplomacia: mantener a la Inglaterra conservadora en los términos más amigables con los rojos de Rusia. ¿Y Hora Belisha?. Suave, listo, inteligente, ambicioso y competente... su estrella sube sin cesar,..
«Esos tres grandes hijos de Israel anudarán la alianza que, pronto, enviará al frenético dictador, el más grande enemigo de los judíos en los tiempos modernos, al infierno al que él quiere enviar a los nuestros.
«Es cierto que esas tres naciones, relacionadas por numerosos acuerdos y en un estado de alianza virtual aunque no declarada, se opondrán a la proyectada marcha hitieriana hacia el Este y le destruiran (a Hitler).
«Y cuando el humo de la batalla se disipe, podrá contemplarse una curiosa escena, representando al hombre que quiso imitar a Dios, el Cristo de la Swastika, sepultado en un agujero, mientras un trío de no-arios entona un extraño requiem que recucida, a la vez, a «La Marsellesa», al «Dios Salve al Rey» y a la «Internacional», terminando con un agresivo ¡Elí, EIi EIi !»

Ya desde principios de 1938 había arreciado la campaña antialemána en Francia. El hebreo Louis Louis-Dreyfus, el «rey del trigo», financiaba con generosidad los periódicos belicistas franceses. Incluso varias publicaciones partidarias de un entendimiento con Alemania cambiaron súbitamente de parecer, al sufrir las presiones a que puede someterse a una prensa que se supone «libre». El semanario «Le Porc Epic» acusaba, por su parte, a la entidad «Union et Sauvegarde Israélite», a nombre de la cual se reunían sumas importantes que luego se destinaban a «acondicionar» debidamente a la prensa, haciendole adoptar una línea no ya tan sólo anti-alemana, sino belicista.

Un periodista judío, Emmanuel Berl, publicaba una revista, «Pavés de Paris», en la cual denunciaba la existencia de un «Sindicato de la Guerra». Citaba nombres y cifras. Decía sin rodeos que el israelita Robert Bollack, director de la Agencia Económica y Financiera y de la Agencia de noticias Fournier, había recibido varios millones de dólares, enviados por prominentes correligionarios suyos desde América, para «regar» a la prensa francesa, en el sentido de crear el clima necesario para una ruptura de hostilidades con Alemania. Y afirmaba: «La acción de la Alta Finanza en el empeoramiento de las relaciones diplomáticas es demasiado evidente para que pueda ser disimulada».
El propio Charles Maurras, que si no amaba ciertamente a los judíos, era un empedernido germanofóbo, precisaba que los fondos de Nueva York para el «Sindicato de la Guerra» en Francia los había traído el financiero Pierre David-Weill, de la Banca Lazard. Precisaba que tales fondos eran distribuidos por Raymond Philippe, antiguo director de la mencionada banca y por Robert Bollack. Maurras hablaba de tres millones de dólares y acusaba formalmente a las diversas ramas de la familia Rothschild de participar en el movimiento.

La prensa francesa no era sólo «regada» con dinero procedente de la Judería Americana. Está demostrado que también desde Praga afluían fondos para ella con objeto de «animarla» en su actitud anti-alemana. Checoeslovaquia, artificial Estado inventado en Versalles, contenía en su seno una importante comunidad judía; su importancia no radicaba sólo en su número sino, especialmete, en su preponderancia en los puestos clave de la Finanza y la Administración de aquel país. El embajador checo en París, Doctor Osuky, entregaba personalmente fondos a los siete principales diarios de París y a dos de provincias. El gobierno checo incluso financió directamente, y de forma total, desde su creación, al periódico «Le Monde Slave», que dirigía el judío Louis Eisenmann y costaba 150.000 francos anuales.
Es innegable, y ha sido admitido por numerosos autores y políticos judíos, que el Judaísmo Internacional, o, como mínimo, la totalidad de entidades judías diseminadas por todo el mundo, hicieron cuanto estuvo en su mano para provocar una guerra mundial contra Alemania. El «Congreso Mundial Judío» que se adhirió al boycot económico antialemán en Marzo de 1937, decían representar, juntos, a siete millones de israelitas esparcidos en treinta y tres países. Sólo mencionamos a estas dos entidades como más representativas, aún cuando existieran docenas de otras asociaciones judías que organizaron boycots contra Alemania o participaron en los mismos.


Los judíos más eminentes y representativos afirmaron a posteriori, y en plena guerra, que ellos la habían declarado antes que nadie. Así, por ejemplo, Chaim Weizmann, conocidísimo sionista que seria luego el primer Presidente del Estado de Israel, declaró la guerra a Alemania en nombre del Pueblo Judío. En efecto, como hemos visto en una cita anterior, dos días después de la declaración de guerra, hecha por Inglaterra y Francia al Reich, Mr. Weizmann, hablando en nombre del Congreso Mundial Judío y del Movimiento Sionista manifestó que «... los judíos están al lado de la Gran Bretaña y lucharán al lado de las democracias... La Agencia judía está preparada para hacer inmediatamente cuanto sea necesario para utilizar a la población judía, a su habilidad técnica y a sus recursos de todo orden en la lucha contra Alemania.»

Más tarde, en plena guerra, prominentes judíos hablarían de ésta auténtica «Declaración de guerra»: Nada menos que Moshe Shertok, que en 1948 sería jefe del gobierno del Estado de Israel manifestó en Enero de 1943, ante la Conferencia Sionista
Británica que «... el Sionismo declaró la guerra a Hitler mucho antes de que lo hicieran Inglaterra, Francia y América, porque ésta guerra es nuestra guerra».

El órgano de la comunidad judía de Holanda escribió, diez días después de la declaración de guerra anglo-francesa a Alemania: «Los millones de judíos que viven en América, Inglaterra y Francia, Africa del Norte y del Sur, sin olvidar, a los que ya viven en
Palestina, están dispuestos a llevar hasta el fin la guerra de aniquilamiento contra Alemania». El Rabino Moses Perzlweig, dirigente de la Sección Británica del Congreso Mundial Judío, declaró en Toronto, Canadá: «El Congreso Mundial Judío está en guerra con Alemania, a todos los efectos prácticos, desde hace, por lo menos, siete años».
El órgano oficial de la Judería de la segunda ciudad norteamericana, el «Chicago Jewish Sentinel» manifestó, en su sección «Sermón de la Semana»: «La segunda guerra mundial es la lucha por la defensa de los intereses fundamentales del Judaísmo.., todas las demás explicaciones no son más que excusas o razones complementarias».
Por su parte, el oficioso «Jewish Chronicle», de Londres, portavoz de la comunidad judía londinense, escribió en un editorial que «hemos estado en guerra con él (Hitler), desde el primer día que subió al poder».


Hasta 1937, Churchill fué un ferviente admirador de Hitler, según se desprende inequívocamente de la lectura de su obra «Great Contemporaries», así como de «Step by Step», en que hace verdaderos panegíricos del Führer. Fué entonces cuando, en trance de ser declarado en bancarrota por la pésima administración de su patrimonio familiar, un financiero judío, Sir Henry Strakosck, le regaló la, entonces, fabulosa suma de 18.000 libras esterlinas, que permitieron al versátil político conservar su «status» en la sociedad londinense. A partir de aquél momento la orientación de Churchill en política exterior da un giro copernicano y se hace el campeón del clan belicista y anti-alemán en el Partido Conservador.

Por otra parte, entre los miembros del Gobierno británico que prácticamente arrastraron al dubitativo Chamberlain a la declaración de guerra, figuraban cuatro judíos: Hore Belisha, Ministro de la Guerra; Sir Adair Hore, Secretario de Pensiones Sociales; Lord Hankey, Ministro sin Cartera, y Lord Stanhope, Primer Lord del Almirantazgo. Pero, además, Lord Halifax, Ministro de Asuntos Exteriores, estaba casado con. una nieta de los Rothschild, y con esa opulenta familia estaba igualmente emparentado por vía de matrimonio el Ministro de Comercio Oswald Stanley. Sir John Simon, Canciller del «Exchequer», es decir Ministro de Hacienda, era intimo amigo y protegido de Sir Philippe Sasoon, uno de los prohombres del Sionismo británico, y estaba casado con una judía.
También estaban casados con hebreas Lord Maugham, Presidente de la Cámara de los Lords, H. H. Rambotham, Ministro de Obras Públicas y Sir J. Reith, Ministro de Información, de los restantes ministros, Sir Malcolm Mc Donald, el Secretario de Colonias, estaba asociado en asuntos de finanzas, con el conocido multimillonario y sionista Israel Moses Sieff. El Duque de Devonshire, Subsecretario de los Dominios, tenía como asociado, en el consejo de administración de la «Allied Asurance Co.» a los judíos Rothschild, Bearsted y Rosebery. El Ministro de Transportes, E. L. Burgin, era el director de una empresa de abogados que defendía los intereses de la poderosa banca judía «Lazard Bros». Sir Kingsley Wood, Ministro del Aire y el Conde De la Warr, Ministro de Educación, eran asociados del P. P. P. (Political and Economical Planing), del hebreo Sieff, entidad definida por el propio Churchill como un «vivero de marxistas». Solamente Lord Woolton, el Ministro de Abastecimientos, no tenía ningún lazo familiar o comercial con judíos, aun cuando anteriormente hubiera sido miembro del Consejo de Administración de la firma judía «Lewi’s Ltd.»

No debemos olvidar a dos figuras de máximo relieve en el clan belicista inglés, aun cuando en el momento de la declaración de guerra no formaran parte del gobierno oficial del país: Duff Cooper y Anthony Eden. Sir Duff Cooper, ex- Primer Lord del Almirantazgo, era junto a Churchill, Halifax y Eden, y más aún que el propio Presidente Chamberlain, uno de los hombres de más influencia en el Partido Conservador. Curiosamente según las leyes de Nuremberg no hubiera sido considerado judío, por serlo su madre, Agnes Stein, de una familia de banqueros de la City. En cambio, según la Halacha (la ley judía) es judío por haberlo sido su madre...

En cuanto a Anthony Eden, que había sido Ministro de Asuntos Exteriores y volvería a serlo, llegando incluso a Primer Ministro, fué toda su vida un amigo y protegido del multimillonario judío y sionista Sir Phillip Sassoon (que, por cierto, en el momento de
la declaración de guerra al III Reich formaba parte del Gobierno como Secretario de Obras Públicas). Eden incluso celebraba sus reuniones políticas en el despacho de Sassoon en la Cámara de los Comunes. El abuelo materno de Eden era un hebreo polaco apellidado Schaffalitsky.
En el momento de estallar la guerra, 181 de los 415 diputados de la Cámara de los Comunes eran directores, accionistas notorios o administradores de sociedades comerciales o financieras. Estos 181 padres de la Patria ocupaban en total 775 lugares de los miembros de los consejos de administración y de dirección en los 700 bancos, grandes empresas industriales, navieras, compañías de seguros y empresas exportadoras más importantes del imperio británico. Al menos las tres cuartas partes de tales empresas eran judías.

El predominio de los judíos o de políticos relacionados con el Judaísmo era, en Francia, tanto o más notorio que en Inglaterra. El cabeza de fila del poderoso clan belicista francés era Georges Mandel, cuyo verdadero nombre era Jeroboam Rothschild. La Gran Prensa Mundial, influenciada cuando no abyectamente dependiente dé fuerzas políticas infeudadas al Judaísmo, que denigraba sistemáticamente a Alemania, guardó distraído silencio cuando, el 4 de Febrero de 1936, Wilhelm Gustloff, jefe del grupo nacionalsocialista de alemanes residentes en Suiza fué asesinado por el hebreo Frankfurter.
Sólo dos de los dieciseis diarios parisinos dieron la noticia, y aún omitiendo mencionar la extracción racial del autor del asesinato.

La Segunda Guerra Mundial estalló por la concatenación de una serie de factores, siendo el factor judío, o más exactamente, el Judaismo, y en especial su rama Sionista, uno de los principales. También se ha dicho por numerosos autores, que la Alta Finanza Internacional fue factor principalísimo y ciertamente determinante de la llamada «Gran Cruzada de las Democracias». Pues bien: para nadie que se halle siquiera medianamente informado constituye un secreto que los individuos y entidades componentes de esa Alta Finanza son, en apabullante proporción, judíos.

Con el fin de dar una idea de cuán cínicamente piensan algunos judíos sobre el valor y la significación de la guerra, citamos algunas palabras del discurso pronunciado por el periodista judeo-americano Isaac Marcuson con motivo de un banquete celebrado en el «American Luncheon Club»: «La guerra es una colosal empresa comercial. En cuanto a las mercaderias que se
negocian, éstas no son máquinas de afeitar, ni jabones y pantalones, sino sangre y vidas. El mundo ha sido inundado con relatos sobre heroísmo en la guerra, pero el heroísmo era en la lucha mundial una de las cosas más vulgares del mundo. Lo más bonito de esta guerra (se refiere a la I Guerra Mundial. Autor) era más bien la organización comercial»....

Un tercer factor fué el comunismo, y concretamente su encarnación fáctica, es decir, la Unión Soviética quien resultaría, a la postre, el verdadero vencedor político de la contienda. Y no se puede discutir seriamente que, si en la gestación de la URSS
intervinieron mayoritariamente los hebreos de los ghettos rusos y polacos, en 1939 elementos judíos copaban en una proporción no inferior a las dos terceras partes el «apparat» gubernativo de la URSS. Mucho se ha hablado, a ese respecto, del Pacto Ribbentrop-Molotoff, en vísperas del desencadenamiento de las hostilidades, en 1939. En cambio, se ha soslayado en lo posible el mencionar que quien propuso el Pacto fué Stalin, rechazando el que le proponían los anglo-franceses; al Zar Rojo no le interesaba «sacarles las castañas del fuego a los reaccionarios occidentales», según manifestó con impar franqueza. Pero una vez Alemania comprometida en una guerra con Occidente, Molotov, que había substituido muy oportunamente a Litvinoff, el polifacético hebreo, se presentó en Berlín con una serie de reivindicaciones territoriales que fueron rechazadas, pero que Inglaterra y los Estados Unidos concederían graciosamente después que el Judaísmo, de manera directa a través de su rama Sionista, e indirectamente por las Actividades de la Alta Finanza y del Comunismo en cínica y, para los no informados; sorprendente alianza, fué no un factor, sino EL factor determinante del desencadenamiento de la guerra, está fuera de toda
duda razonable. Corroboran esta afirmación los testimonios precitados, todos ellos de parte contraria, y ya se sabe que a confesión de parte exclusión de prueba.

Y que Alemania era consciente de quién era su verdadero enemigo lo demuestran numerosas declaraciones públicas de sus principales líderes políticos, de las que vamos a citar, como más representativa, una frase del discurso de Hitler del 19 de Septiembre de 1939:
«En numerosas ocasiones, he ofrecido la amistad del pueblo alemán a Inglaterra y al pueblo inglés. Toda mi política se ha basado en la idea de esa mutua amistad. Siempre he sido rechazado... Nosotros sabemos que el pueblo inglés, en su conjunto, no puede ser hecho responsable. Quien en realidad odia a nuestro Reich es la clase dirigente y plutocrática de la Judería».

Que no se trataba de fantasías de Hitler lo atestiguan dos testigos de imparcialidad.
Nada menos que los embajadores polacos en París y Washington en el momento de estallar la guerra. Lukasiewicz, embajador en París, escribió a su Gobierno, el 7 de Febrero de 1939, que el Embajador norteamericano en Paris, el medio judío William C. Bullit, le había dicho textualmente que «los Estados Unidos disponen de medios de presión formidables contra Inglaterra. La simple amenaza de su empleo debiera bastar para impedir qüe el Gobierno Británico prosiguiera su política de conciliación hacia Alemania». Por su parte, el Conde Jerzy Potocki, embajador polaco en Washington, escribió, el 12 de Enero de 1939, al Jefe del Gobierno, Coronel Beck: «Aquí se ha desatado una campaña antialemana de una rara violencia. Participan en la misma diversos intelectuales y banqueros judíos: Bernard Baruch, el Juez del Tribunal Supremo, Frankfurter, el Secretario del Tesoro, Morgenthau, y muchos otros relacionados con Roosevelt con lazos de amistad personal. ....

5 comentarios:

FREE YOUR MIND dijo...

MUY MUY BUENO, INFORMACION Q NO TENIA GRACIAS!

Aun'el dijo...

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markuko dijo...

Muy buen trabajo!
Con tu permiso, lo enlazo en mi página con referencia a la tuya.

Un saludo y ánimo con la difusión.

Anónimo dijo...

Si un buen comentario de hecho muchos de estos datos vienen muy bien explicado en el gran libro el mito de los seis millones de Joaquín Bochaca concretamente la página 20 (Estalla la segunda guerra mundial)

Anónimo dijo...

Cada dia me sorprendo más con lo engañados q estamos.

LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Artículo 6o. La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, los derechos de tercero, provoque algún delito, o perturbe el orden público; el derecho a la información será garantizado por el Estado.
Artículo 7o. Es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquier materia. Ninguna ley ni autoridad pueden establecer la previa censura, ni exigir fianza a los autores o impresores, ni coartar la libertad de imprenta, que no tiene más límites que el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública. En ningún caso podrá secuestrarse la imprenta como instrumento del delito.

(Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos)


El Congreso no promulgará ninguna ley con respecto a establecer una religión, ni prohibirá el libre ejercicio de la misma, ni coartará la libertad de expresión ni de la prensa; ni el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y de pedirle al Gobierno resarcimiento por injusticias.
(Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., ratificada el 15 de diciembre de 1791.)


Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión

(Articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de Diciembre de 1948 en Paris.)


- 1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad de recibir o comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber ingerencias de autoridades públicas y sin consideración de fronteras.

-2. Se respetan la libertad de los medios de comunicación y su pluralismo.

(Artículo II - 71; Título II concerniente a "Libertades "del Tratado para el que se establece una Constitución Europea)

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